Lalla Romano
Cuando Lalla Romano muere en su casa de Milán a los noventa y cinco años, deja tras de sí un impresionante legado artístico: a su abundante obra pictórica cabe sumar las novelas, poemas y ensayos que la convierten por derecho propio en una de las grandes damas de la literatura italiana del siglo XX.
Nacida en Demonte (Cuneo), Lalla –Graziella– se licencia en literatura en la Universidad de Turín. Trabaja primero como bibliotecaria y, más tarde, como profesora de Historia del Arte en Turín y Milán mientras cultiva paralelamente sus verdaderas pasiones: la pintura y la poesía. Durante la segunda guerra mundial regresa a Cuneo, a la casa materna; allí entra en contacto con los partisanos del grupo «Giustizia e Libertà» y se afilia al Partito d’Azione. En 1941 Eugenio Montale la anima a publicar su primer poemario, Fiori, mientras que en 1943 Cesare Pavese le encarga la traducción de los Tres cuentos de Flaubert. Cuando termina la guerra se instala definitivamente en Milán.
En 1953, por recomendación de Pavese y Natalia Ginzburg, publicó su primera novela, Maria, que fue recibida con grandes elogios por Montale. En 1964, con su cuarta novela, La penombra che abbiamo attraversato, comenzó a ser conocida por el gran público, aunque la consagración definitiva no le llegó hasta 1969 con la publicación de Suaves caen las palabras, que ganó el premio Strega y se convirtió en el libro más vendido de ese año. Su novela de mayor éxito, sin embargo, fue también la causa de la ruptura definitiva de Romano con su hijo, que nunca aceptó que la relación con su madre quedara expuesta al lector. Después continuó escribiendo y publicando obras tan importantes como Una giovinezza inventata (1979), Nei mari estremi (1987) o Nuevo Romanzo di figure (1997).